miércoles, 13 de abril de 2011

Los Perros de Mahudes

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CIPIÓN: Berganza amigo, dejemos esta noche el Hospital en guarda de la confianza y retirémonos a esta soledad y entre estas esteras, donde podremos gozar sin ser sentidos desta no vista merced que el cielo en un mismo punto a los dos nos ha hecho.
BERGANZA: Cipión hermano, óyote hablar y sé que te hablo, y no puedo creerlo, por parecerme que el hablar nosotros pasa de los términos de naturaleza.
CIPIÓN: Así es la verdad, Berganza; y viene a ser mayor este milagro en que no solamente hablamos, sino en que hablamos con discurso, como si fuéramos capaces de razón, estando tan sin ella que la diferencia que hay del animal bruto al hombre es ser el hombre animal racional, y el bruto, irracional.
BERGANZA: Todo lo que dices, Cipión, entiendo, y el decirlo tú y entenderlo yo me causa nueva admiración y nueva maravilla. Bien es verdad que, en el discurso de mi vida, diversas y muchas veces he oído decir grandes prerrogativas nuestras: tanto, que parece que algunos han querido sentir que tenemos un natural distinto, tan vivo y tan agudo en muchas cosas, que da indicios y señales de faltar poco para mostrar que tenemos un no sé qué de entendimiento capaz de discurso.
CIPIÓN: Lo que yo he oído alabar y encarecer es nuestra mucha memoria, el agradecimiento y gran fidelidad nuestra; tanto, que nos suelen pintar por símbolo de la amistad; y así, habrás visto (si has mirado en ello) que en las sepulturas de alabastro, donde suelen estar las figuras de los que allí están enterrados, cuando son marido y mujer, ponen entre los dos, a los pies, una figura de perro, en señal que se guardaron en la vida amistad y fidelidad inviolable.
BERGANZA: Bien sé que ha habido perros tan agradecidos que se han arrojado con los cuerpos difuntos de sus amos en la misma sepultura. Otros han estado sobre las sepulturas donde estaban enterrados sus señores sin apartarse dellas, sin comer, hasta que se les acababa la vida. Sé también que, después del elefante, el perro tiene el primer lugar de parecer que tiene entendimiento; luego, el caballo, y el último, la jimia.
CIPIÓN: Ansí es, pero bien confesarás que ni has visto ni oído decir jamás que haya hablado ningún elefante, perro, caballo o mona; por donde me doy a entender que este nuestro hablar tan de improviso cae debajo del número de aquellas cosas que llaman portentos, las cuales, cuando se muestran y parecen, tiene averiguado la experiencia que alguna calamidad grande amenaza a las gentes.
BERGANZA: Desa manera, no haré yo mucho en tener por señal portentosa lo que oí decir los días pasados a un estudiante, pasando por Alcalá de Henares.
CIPIÓN: ¿Qué le oíste decir?
BERGANZA: Que de cinco mil estudiantes que cursaban aquel año en la Universidad, los dos mil oían Medicina.
CIPIÓN: Pues, ¿qué vienes a inferir deso?
BERGANZA: Infiero, o que estos dos mil médicos han de tener enfermos que curar (que sería harta plaga y mala ventura), o ellos se han de morir de hambre.
CIPIÓN: Pero, sea lo que fuere, nosotros hablamos, sea portento o no; que lo que el cielo tiene ordenado que suceda, no hay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir; y así, no hay para que ponernos a disputar nosotros cómo o por qué hablamos; mejor será que este buen día, o buena noche, la metamos en nuestra casa; y, pues la tenemos tan buena en estas esteras y no sabemos cuánto durará esta nuestra ventura, sepamos aprovecharnos della y hablemos toda esta noche, sin dar lugar al sueño que nos impida este gusto, de mí por largo tiempo deseado.
BERGANZA: Y aun de mí, que desde que tuve fuerzas de roer un hueso tuve deseo de hablar, para decir cosas que depositaba en la memoria; y allí, de antiguas y muchas, o se enmohecían o se me olvidaban. Empero, ahora, que tan sin pensarlo me veo enriquecido deste divino don de la habla, pienso gozarle y aprovecharme dél, lo más que pudiere, dándome priesa a decir todo aquello que se me acordare, aunque sea atropellada y confusamente, porque no sé cuándo me volverán a pedir este bien, que por prestado tengo.
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Dice mamy que si nosotros, Hooker y yo, fuésemos bendecidos con el divino don del habla, probablemente ella enmudecería, pero no de asombro, sino para no tener que rebatir todas las protestas de Hooker que, como ya hemos contado tiene tendencia sindical y para no desgastar conmigo la palabra espera: ¿Ya es la hora de comer?, ¿Ya es la hora de comer?, ¿Ya es la hora de comer?, ¿Ya es la hora de comer? Espeeeeeera. ¿Ya es la hora de salir?, ¿Ya es la hora de salir?, ¿Ya es la hora de salir? Espeeeeera... ¡¡¡Una es así de impaciente!!!

Hemos releído "El Coloquio de los Perros" en esta fabulosa y coqueta edición de Artemisa donde la portada es de Francis:
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PD: Queremos pedir disculpas a nuestro seguidores, hemos zascandileado un poco por los gatgets y nos hemos cargado la imagen de nuestros amigos... Siguen ahí dentro, pero no podemos mostrarlos. ¡¡Lo sentimos!! Trataremos de solucionarlo.
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