viernes, 27 de septiembre de 2013

Ventajas de la Vida Moderna

Vegecio, además de escribir el famoso Compendio de Técnica Militar en el que se recoge célebre "Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum", atribuída generalmente a Julio César, escribió también varios libros de Medicina Veterinaria, éstos son bastante interesantes. Fíjense como recomienda las deparasitaciones:

Otra poción para las lombrices, tinéolas y "cosos": tres onzas de santónico, ajenjo del Ponto, harina de altramuces sin cocer, semillas de mastuerzo, raeduras de asta de ciervo, semillas de rábano, tres bolas de sinopide del Ponto, tres onzas de harina de yeros, tres sextarios de vino áspero, un sextario de aceite de Hispania, una onza de opopánaco, una hemina de grana de coriandro. Todo esto bien molido lo cueces y les das en ayunas una hemina diaria.

Poción especial para los "cosos": cuece una raiz de cardo ajonjonero con agua hasta que se reduzca a una tercera parte, lo mezclas con dos onzas de opopánaco y una hemina de vino y lo introduces con un cuerno por la fosa nasal izquierda.

No se escandalicen Vds. tanto, a mi esto no me parecía tan mal, me parecía peor lo que venía a continuación, dónde hablaba con mucha soltura sobre los clister. ¡¡¡A su tía con los clister!! A mi Drontal Plus con quesito. ¿A que sí mamy?

Vegecio, Medicina Veterinaria. Biblioteca Clásica de Gredos

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Gansos

Mamy me llama gansa bastante, dice que hago gansadas y pillerías parecidas a las que relata el doctor Konrad Lorenz sobre su Bully ¡cualquiera se atreve a discutir con el Dr. Lorenz sobre gansadas con lo experto que era! Yo huebiera estado encantada de conocer a Bully para que me enseñara sus tácticas...

"Mi viejo Bully tenía una exquisita sensibilidad para detectar las ofensas a su dignidad. Sin duda alguna que perros inteligentes se dan perfecta cuenta de cuando se ven obligados a desempeñar un papel lamentable y, en sentido humano, ridículo. Muchos de ellos montan incluso en cólera o quedan sumidos en un estado del más profundo abatimiento cuando alguien se burla de ellos. Bully era ya viejo y sus ojos habían perdido ya buena parte de su capacidad visual, por lo que a menudo ocurría que, por error, me recibía con ladridos a mi o a cualquier otro miembro de la familia, que volvía a casa. Era evidente que para él esto era un motivo de vergüenza y, aun cuando yo procuraba pasar por alto su equivocación, el animal quedaba profundamente abatido. Pero un buen día Bully hizo algo harto extraño en un caso como este; de inmediato, lo tomé por una casualidad, pero, después, caí en cuenta que era un auténtico alarde de inteligencia: la simulación intencionada. Había entrado yo por la puerta del jadín y, antes de que me diera cuenta, el perro se abalanzó sobre mi ladrando ruidosamente. En el mismo instante me reconoció, se detuvo, quedó confundido por un instante sin saber qué hacer y luego se puso a ladrar de nuevo y a dar saltos en torno a mí; acto seguido, salió corriendo a la calle, cruzó la puerta del jardín de mi vecino, y allí se puso a ladrar como si desde un principio hubiera tenido "intención" de hacerlo así. Entonces yo le creí y tomé su momentánea indecisión por una falsa apreciación de mi parte, pues detrás de aquella puerta se hallaba efectivamente un perro enemigo, al que muy bien podían ir dirigidos los ladridos. Posteriormente, la repetición casi diaria de esta escena vino a enseñarme que el perro necesitaba efectivamente una "excusa" para disimular que había ladrado a su amo por error. Es cierto que el momento de indecisión que hacía cada vez más corto, y que el animal mentía cada vez con más frecuencia y, en este sentido,de forma más convincente, pero ocurría que en ocasiones, ladraba donde no había nada a que ladrar, por ejemplo,a un rincón vacío del jardín. Entonces se quedaba allí ladrando, enfurecido, a la pared. El comportamiento descrito se podría explicar de forma más sencilla mediante la psicología del estímulo. Sin embargo, se puede apreciar perfectamente que se trata de un comportamiento premeditado, obra auténtica de razón, pues Bully aprendió a aplicar el mismo truco a otra situación muy distinta. Como a todos nuestros perros, también a él se le había enseñado con rigor de ley que no debía acosar a nuestras aves caseras. Sin embargo, le molestaba que nuestras gallinas andaran husmeando en el cuenco donde él comía, picando los restos. Pero tampoco entonces se atrevía a perseguirlas, como quien dice, en serio o, más exactamente, no se atrevía a confeasr que las perseguía. Bully se lanzaba, ladrando, sobre las gallinas, que se dispersaban en medio de un gran alboroto, pero en lugar de perseguir a una en concreto, o de atraparla, seguía corriendo y ladrando siempre en la misma dirección. (...) El truco de Stasi, nuestra perra, era distinto. Es sabido que muchos perros no sólo son zalameros, sino que incluso les gusta que se les tenga lástima. Si consiguen algún beneficio por este procedimiento, aprenden con sorprendente rapidez a coaccionar en un determinado sentido a la persona compasiva. Durante un paseo en bicicleta, cuando me encontraba en Posen, Stasi sufrió una ligera tendinitis en la pata delantera izquierda a consecuencia del excesivo esfuerzo realizado. Como cojeaba considerablemente, durante unos días me vi obligado a ir a pie, en lugar de utilizar la bicicleta. Posteriormente, cuando advertía que la perra se fatigaba o empezaba a renquear, me compadecía de ella y conducía así mismo más despacio. El astuto animal llegó a "calarme": al cabo de algún tiempo, cada vez que la llevaba a algún sitio que no le gustaba, se ponía a cojear. Si me dirigía ne bicicleta de casa al Hospital Militar o al puesto de socorro de otro hospital, donde ella tenía que quedarse vigilando mi bicicleta en algún sitio que no le gustaba, empezaba a cojear de tal forma, que la gente me llamaba la atención en plena calle. Si me dirigía a la Academia Militar, sonde siempre había la posibilidad de hacer una escapada al campo, su dolor desaparecía al instante. Pero fue un sábado, en que yo estaba libre de servicio, cuando pude comprobar con toda claridad su truco. Por la mañana, cuando iba al hospital, el pobre animal apenas si podía seguir a la bicicleta a velocidad mínima; en cambio, cuando, después de comer, me dirigía a Ketscher See, a dieciséis kilómetroS hora, Stasi no seguía la bicicleta, sino que corría a galope tendido, delante de mi, por el camino que ella conocía perfectamente. Y, el lunes, a cojear de nuevo.

Cuando el Hombre encontró a Perro. Konrad Lorenz.<

viernes, 13 de septiembre de 2013

Una tarde cualquiera...


Marlen, por su caracter, en casa ya se ha quedado con el sobrenombre de La Alemana. Así que en cualquier conversación telefónica de su abuela se oye decir por ejemplo: La Alemana bien, poniendo a prueba la infinita paciencia de Tizón... Aquí la tienen, como un conejito de pascua entre el trebol:


El resto de la tarde discurre así: