jueves, 1 de julio de 2010

Edith


Es bien conocida nuestra ancestral rivalidad con los gatos para dominar el terreno doméstico, es también de sobra conocido que nuestra especie es la más noble -seguida de cerca por los caballos, pero eso no viene a cuento-

Un gato es, sin duda, un incordio para un perro, su naturaleza quejica y fastidiosa, su pereza diurna y su carácter caprichoso es prácticamente incompatible con nuestra nobleza y espíritu de sacrificio para con nuestros humanos, no obstante, se puede hacer que la vida con ellos sea agradable y hasta incluso divertida. Para conseguirlo al entrar el minino en casa debe ser mínimo... Y así entro Edith en nuestras vidas, así, y según opiniones, por los efectos entusiastas de la manzanilla en mamy, que le disipa el Uso de Razón.

Como podéis ver yo, al contrario que Hooker, cánida castrense donde las haya, he sido estricta desde el primer momento:




A la vista de las imágenes anteriores estaréis pensando que tengo un problema de percepción de las circunstancias similar al que padece el actual presidente del gobierno, pero nada mas lejos de la realidad, lo que yo le dije a Edith en nuestra primera conversación es que se olvidara por completo de su vida anterior, que ahora yo era su mamy, y que por tanto ella ahora era un perro y no un gato, así que la he enseñado a olisquear, a ladrar -esto último sin mucho éxito- a venir corriendo a la entrada cuando llegan nuestros humanos a casa, a pedigüeñear comida en la mesa, en fin a portarse como un digno perro.






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